- Me has convencido con la vista, porque cuando me miras no me cabe la menor duda de que puedo creer con los ojos cerrados en todo lo que digas.
- Sé que eres tú y sólo tú por el tacto, porque siempre estás a la temperatura perfecta -dos grados por encima o por debajo de mí-.
- Me torturas sin querer por el olfato, porque cuando te marchas me vuelvo loca si giro la cabeza y mi pelo huele a ti.
- Te has convertido en imprescindible por el oído, porque -como les pasa a los niños- no duermo hasta que no he escuchado tu voz y sólo me despierto si eres tú quien me da los buenos días.
- Me has devuelto las ganas de todo a través del gusto, porque desde que llegaste he recuperado el apetito y sólo me preocupo de comeros a bocados a la vida y a ti.
El menos común de todos los sentidos.
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