Swing


 La imagen llega desde aquí, vía Pinterest.

- ¿Recuerdas cuando éramos niñas y jugábamos a subirnos a los árboles?

- Cuando éramos niñas no nos conocíamos y tú tienes más pinta de jugar a las meriendas que de creerte vigía de barco pirata...

- No seas mala. Yo a veces trepaba.

Trepaba por puro placer: no me tentaba saber cómo se vería el jardín desde lo alto, o si desde allí podría llegar a mi ventana.
Tampoco tenía miedo de caerme o de arañarme las rodillas.
Sólo me interesaba escalar.
Buscar la siguiente rama. Encontrar un nudo donde apoyar los pies y ganar impulso.

Me tomaba mi tiempo. Subía con calma, asegurando cada paso.

Si alcanzaba alguna rama a cierta distancia del suelo, me colgaba de ella con las manos y me balanceaba como si estuviera en un columpio.
Sólo un par de veces.
Lo justo para sentir el vértigo en la boca del estómago; la adrenalina de saber que estaba corriendo un riesgo, la tranquilidad de que -en el peor de los casos- todo se sanaría con unos toques de mercromina.

Cuando llegaba la hora de cenar, bajaba procurando no engancharme los cordones de las zapatillas y, al tocar el suelo, me acercaba las manos a la nariz para grabar a fuego ese olor a madera y musgo.
Áspero e intenso.
Fresco.
Húmedo.
Todo a la vez.

Así huele una sonrisa culpable...


- Te estoy viendo llena de lazos en la copa de un pino cual Gato de Cheshire y me muero de la risa... ¿Se puede saber por qué te pones a recordar eso precisamente ahora?

- Porque a veces cuando llego a casa y he pasado mucho rato colgando de su cuello, no hace falta ni siquiera que me pase los dedos por la cara; todo huele a madera como entonces.

Paso a dos

                                                                                                     La imagen original llega desde aquí, vía Pinterest.

En resumen:
Que Barcelona en primavera es una fiesta.
Que me sonríen hasta los dinosaurios de galleta del desayuno.
Que mi ducha está harta de oírme cantar que tengo el corazón contento.
Y que ojalá estuvieras aquí para celebrarlo con bombones de praliné.-


Carla regala una sonrisa al teléfono y le desea a Mia buenas noches.
-Qué bueno tenerte-, piensa para sí, y acomodando la almohada apaga la luz.

Con los ojos cerrados controla su  respiración marcándola en tres tiempos para conciliar el sueño: inspira, sostiene y expira... Uno, dos, tres...
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Contempla su propia ejecución del ejercicio frente al espejo: se eleva, se impulsa y se posa... Uno, dos, tres...

Se observa a sí misma girar.
Los muslos tensos, la cabeza alta, la expresión contenida. Se detiene un momento para recogerse un mechón de pelo suelto en la nuca y vuelve a la posición de inicio.
Uno, dos, tres... Uno, dos, tres...
Corrige ligeramente la postura de los brazos.

Va vestida de gris, pero se ha puesto las zapatillas rojas, y el tutú que le rodea las caderas brilla con delicadeza en cada giro.

Hacia arriba en puntas, hacia la derecha sobre sí misma, de vuelta al suelo con precisión... Uno, dos, tres...

Ensaya la figura hasta la extenuación, pero no se siente satisfecha.
Hay algo que no funciona. La imagen que le devuelve el espejo se le antoja mecánica, fría y sin alma; y tiene miedo de no ser capaz de transmitir nada que no sea eso: que está cansada, que está aburrida, que para ella eso no es bailar.

Abatida, comienza a recoger sus cosas y se dirige a la ventana del estudio para ventilar la habitación.

Y de pronto la ve.
Es una pluma blanca, pequeña, que esquiva las cortinas y se cuela con la brisa en el salón. Se retuerce y juguetea en el aire creando formas caprichosas e inesperadas. Resulta grácil y fresca y cualquiera diría que describe los movimientos de manera premeditada.
Carla la observa embelesada, sobrecogida.

Sin pensarlo se deja llevar.
Alarga el brazo derecho y la propulsa hacia lo alto. La saluda con una reverencia y comienza a girar.
La acompaña dando pequeños saltos de lado a lado por el parquet, se esfuerza en anticiparse a sus movimientos, intenta acoplarse a la cadencia de sus piruetas, enhebra los pasos con esmero.

Baila sin pretenderlo. Serena, ligera, llena de luz.

-Esta vez lo vas a hacer increíble, Carla. Al final el esfuerzo siempre merece la pena, ¿no crees?-

Mia sonríe desde la puerta con el pelo empapado y sujetando dos cafés para llevar.

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Y aunque Carla está dormida, entre sueños esboza una preciosa sonrisa culpable.

Moon River





A veces las cosas salen bien. 

6,70€, por favor.
Puedes llegar a Nueva York en autobús, puedes mojar gominolas en el café, puedes guardar zapatillas de ballet en la nevera.

Es jueves.
Confiesas que a veces harías excepciones, encuentras baldosas sobre la mesa, te regalan un listado de sitios a los que ya nunca te llevarán.

Sólo 43,24 kilómetros.
Has permitido que te lleven al huerto, que elijan tu vino y planifiquen tus vacaciones y, pese a todo, jurarías que por primera vez en mucho tiempo estás tomando la vida en tus manos.

Exactamente a las 22.17 h:
 
"Según las normas, si el motivo 208 y el motivo 216 suceden a la vez, sumas una vida extra."

A veces las cosas salen bien

The trip

 
Álbum "California" de los salmantinos Bye bye Lullaby.
Imagen de @carmenbalbas
 
Bilbao
 
Engarzamos el desayuno con el vermut.
Fabricamos los últimos recuerdos.
Envolvemos en abrazos las despedidas.
Hacemos promesas.
 
Vía 2
 
La tarde cae a través de una ventana de tren.
El cielo se vuelve cada vez más gris, pero yo lo veo todo amarillo.
Tengo 257 motivos...
 
Campo Grande
 
Bienvenida
Bien venida
Bien, ven...y da
(¡Cómo no quererte!)
 
Borsalino
 
Cumplir con la tradición de los domingos: la semana se cierra con los de casa.
Nos hemos echado de menos. Nos han pasado muchas cosas.
¿Para cuándo la próxima carretera?
Suena Bye bye Lullaby...
 
Martí y Monsó
 
Cualquier cosa con tal de retrasar el momento de deshacer la maleta.
Sushi para dos y sonrisas para 6.
Llévame a casa, no quiero más vino.
Leiva nos da las buenas noches.
 
Juan de Austria
 
¿A qué hora entras mañana? Ya pongo yo el despertador.
Hace una semana estábamos en Barcelona.
 
Se me escapan todas las sonrisas culpables que me quedan.
Me sobra la buena suerte.
 
Buenas noches, Valladolid.