La buena amistad soporta la infrecuentación. (J.L.Borges)

Me ha encantado contarte un cuento de buenas noches.
Hoy vamos a dormir las dos como princesas que somos.
Nos veremos en París.
(Borges era un hombre sabio.)

Polaroid

- Lo siento, a veces me comporto como si tuviera ocho años...


 - Prométeme que nunca cumplirás diez.

"¿Podemos hacer fotos?"


 
Últimamente no puedo evitar pensar en lo feliz que puedes llegar a ser con las cosas más sencillas... y he decidido que ya va siendo hora de coleccionar momentos especiales.

Hoy he cocinado galletas y magdalenas y he invitado a mis amigas a merendar.

Déjà vu

Un ser tiene siempre una esencia y una potencia: la esencia es su propia condición de ser y la potencia aquello que puede llegar a ser, y cuando la alcanza se convierte en un ser en acto.
Para que un ser alcance la potencia de su esencia es necesaria la intervención de otro ser que ya se encuentre en acto ejerciendo algún efecto sobre él; y así, por ejemplo, un huevo puede convertirse en alimento si lo cocina un hombre o en pollito si lo cuida una gallina pero, por el momento -y hasta que sobre él actúe cualquier ser- su condición se limitará a ser en esencia un huevo y en potencia pollito y tortilla.

Y yo, de buenas a primeras, he encontrado un ser en acto que me hace rescatar de la memoria las clases de Filosofía, que me susurra en el cuello porque le chifla mi esencia, que considera que mi mejor potencia soy yo misma y que consigue que me muera de ganas de que ejerza sobre mí ese efecto que nos lleve al acto.

"Hildegard"

Daría lo que fuera por poder guardar en una caja todos los secretos que me cuentas...

"¡Choca, somos un equipo!"

Me ha costado un par de días decidirme, pero ya no tengo ninguna duda sobre cuál es el mejor regalo que he recibido esta Navidad.

Earthquake

Nuestras vidas han dado un vuelco de repente.

Cualquiera diría que desde este verano no hacemos más que soportar desastres naturales, pero nosotras somos de otra pasta y hemos decidido disfrutar de los fenómenos meteorológicos que nos ha regalado el 2010 porque, visto lo visto, las cosas importantes nos pasan cada cinco años...

Que nos pillen confesadas en 2015.

"Si lo siento ahora ¿por qué debería esperar para decírtelo?"

Todos tenemos que viajar y yo, sin pensarlo mucho, decidí que haría el viaje en tren.

Elegí un destino que parecía agradable -sereno, templado- y diseñé un plan de viaje que incluía los lugares a visitar, los restaurantes donde comer, los sitios donde dormir. Pauté toda la ruta y medí los tiempos.
Compré los billetes con mucha antelación -quizá demasiada-, me dirigí al andén y subí con mi equipaje al vagón parado para esperar la salida. Estaba cómoda, caliente y segura y creí que con eso sería suficiente; lo único que no me gustaba era estar tan sola... a veces hablaba, pero nadie respondía.
Pasaban los días y yo miraba por la ventana a la gente en la estación: unos corrían detrás de trenes que se escapaban, otros hacían tiempo distraídos, muchos se chocaban por la prisa -aunque rara vez se hacían daño de verdad-, otros se sentaban en bancos tan aburridos como yo.

Más de una vez tuve la tentación de bajar corriendo a comprar una revista que me ayudara a pasar el rato, pero era consciente de que corría el riesgo de perder el tren y llegaba a la conclusión de que, después de tanto tiempo allí subida, sería una faena que se me escapara por una tontería.

Una vez me pudieron las ganas y me atreví a asomarme a la escalera, incluso puse un pie en el andén, pero me dio tanto miedo mi propia osadía que volví corriendo al vagón y me tapé con una manta.

Hace un par de semanas me di cuenta de que bajo el reloj de la estación alguien había dejado una moto -en realidad siempre había estado allí, pero nunca le había prestado la menor atención- y de repente, y sin ningún motivo, me entraron unas ganas locas de cogerla prestada y salir corriendo.
Me levanté medio dormida y con calma bajé del vagón. Anduve hacia el reloj confiada y tranquila, con la mente en blanco. Me fijé en que el motor estaba en marcha: sonaba un runrún curioso cuando estabas cerca y me sorprendió comprobar que no me resultaba desagradable pese a haberme acostumbrado al silencio de mi tren.
Sin pensármelo dos veces subí y me dejé llevar. Y, como quien no quiere la cosa, aquello fue cogiendo velocidad.

Y desde entonces viajo muy deprisa -todavía no sé hacia dónde- y se me va poniendo la carne de gallina a medida que avanza el cuentakilómetros. Y en el tren dejé olvidados el equipaje, los mapas, las pautas y rutas y hasta el carnet de identidad, pero me he vuelto imprudente y ya no me importa.

Y me estoy acostumbrando a vivir con cosquillas por dentro y una sonrisa culpable.

"¿Quieres darte prisa? ¡son las 09:26!"


Porque regalas piruletas cuando es tu cumpleaños, porque inventas coreografías cuando estamos aburridas, porque lloramos juntas viendo pelis pastelonas, porque después hacemos un bizcocho que sabe a macedonia y nos lo comemos mano a mano, porque lloramos de la risa viendo vídeos con tomas falsas, porque grabamos montones de vídeos para tener de qué reirnos más adelante, porque me cuidas cuando me desmayo, porque te preocupas por mí, porque nos ponemos moradas a rebujito y vivimos la Semana Grande a lo grande, porque cuando salimos de viaje compartimos el hinojo, porque me haces de taxista y me llevas de tiendas, porque confiamos ciegamente la una en la otra, porque vienes a mi despacho a ponerme un ultimatum para que me apunte un viaje, porque en ese viaje compartimos dormitorio y lo dejamos de compartir, porque me invitas a un café en tu casa y pones las tazas bonitas, porque me haces de tapadera cuando quiero hacer maldades, porque no me haces ni caso y pasas de tapaderas cuando las maldades las haces tú, porque siempre que trabajamos juntas disfrutamos, porque te haces peinados raros con la espuma cuando te lavas el pelo, porque pones copas a las cinco de la tarde, porque compramos boas de plumas que resultan ser sombreros, porque vienes a rescatarme cuando lloro en la cama comiendo helado, porque me aconsejas sin juzgarme cuando hago las cosas mal, porque eres diminuta pero no conozco a nadie más grande, porque te empeñas en escribir cosas que riman y riman fatal, porque nos vestimos iguales y nos rescatan los mecánicos de las gasolineras, porque eres resolutiva y conduces con una mano, porque tienes una risa que no equivocaría con la de nadie...
Porque sería capaz de pasar la noche escribiendo cosas sobre ti con una sonrisa enorme en la cara...
gracias por ser parte de mi vida. Te quiero.

"Te voy a contar un secreto, pero tienes que prometerme que lo vas a olvidar..."

Estoy enferma.

Recuerdo que cuando era pequeña y no me encontraba bien mi madre me ponía un vaso de agua con azúcar y limón en la mesilla y me decía: - Bebe sorbitos pequeños cada cierto tiempo; por mucha sed que tengas no acabes el vaso de una vez, porque entonces te sentirás aún peor... - Y yo al principio intentaba hacerlo bien, pero la fiebre y el estómago vacío hacían de las suyas y terminaba bebiéndome el vaso de un trago.
Era genial la sensación mientras bebía sin parar: tan refrescante, tan dulce... - no hay nada como dar al cuerpo lo que te pide aquí y ahora - pero después venían las náuseas y, lo que es peor, el miedo a que mamá se enterara de que no había cumplido mi promesa.

Es curioso como la vida vuelve cíclicamente sobre sí misma...

Me he portado mal y he jugado con la nieve sin abrigarme. He cogido frío y ahora estoy enferma.
Todas las noches miro fijamente este vaso de agua con azúcar y limón que ha aparecido en mi mesilla y dudo por un momento si merece la pena apurarlo de un trago y enfretarme al vértigo que sé que vendrá después...

Y hoy, como ayer, se me instala en la cara una sonrisa irresistible y culpable y no dejo en el vaso ni una sola gota.

Flakes

Cariño, te voy a contar un secreto:
Para ser feliz con alguien antes tienes que ser feliz tú misma, por eso de momento me conformo con hacerte reír...