Paso a dos

                                                                                                     La imagen original llega desde aquí, vía Pinterest.

En resumen:
Que Barcelona en primavera es una fiesta.
Que me sonríen hasta los dinosaurios de galleta del desayuno.
Que mi ducha está harta de oírme cantar que tengo el corazón contento.
Y que ojalá estuvieras aquí para celebrarlo con bombones de praliné.-


Carla regala una sonrisa al teléfono y le desea a Mia buenas noches.
-Qué bueno tenerte-, piensa para sí, y acomodando la almohada apaga la luz.

Con los ojos cerrados controla su  respiración marcándola en tres tiempos para conciliar el sueño: inspira, sostiene y expira... Uno, dos, tres...
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Contempla su propia ejecución del ejercicio frente al espejo: se eleva, se impulsa y se posa... Uno, dos, tres...

Se observa a sí misma girar.
Los muslos tensos, la cabeza alta, la expresión contenida. Se detiene un momento para recogerse un mechón de pelo suelto en la nuca y vuelve a la posición de inicio.
Uno, dos, tres... Uno, dos, tres...
Corrige ligeramente la postura de los brazos.

Va vestida de gris, pero se ha puesto las zapatillas rojas, y el tutú que le rodea las caderas brilla con delicadeza en cada giro.

Hacia arriba en puntas, hacia la derecha sobre sí misma, de vuelta al suelo con precisión... Uno, dos, tres...

Ensaya la figura hasta la extenuación, pero no se siente satisfecha.
Hay algo que no funciona. La imagen que le devuelve el espejo se le antoja mecánica, fría y sin alma; y tiene miedo de no ser capaz de transmitir nada que no sea eso: que está cansada, que está aburrida, que para ella eso no es bailar.

Abatida, comienza a recoger sus cosas y se dirige a la ventana del estudio para ventilar la habitación.

Y de pronto la ve.
Es una pluma blanca, pequeña, que esquiva las cortinas y se cuela con la brisa en el salón. Se retuerce y juguetea en el aire creando formas caprichosas e inesperadas. Resulta grácil y fresca y cualquiera diría que describe los movimientos de manera premeditada.
Carla la observa embelesada, sobrecogida.

Sin pensarlo se deja llevar.
Alarga el brazo derecho y la propulsa hacia lo alto. La saluda con una reverencia y comienza a girar.
La acompaña dando pequeños saltos de lado a lado por el parquet, se esfuerza en anticiparse a sus movimientos, intenta acoplarse a la cadencia de sus piruetas, enhebra los pasos con esmero.

Baila sin pretenderlo. Serena, ligera, llena de luz.

-Esta vez lo vas a hacer increíble, Carla. Al final el esfuerzo siempre merece la pena, ¿no crees?-

Mia sonríe desde la puerta con el pelo empapado y sujetando dos cafés para llevar.

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Y aunque Carla está dormida, entre sueños esboza una preciosa sonrisa culpable.

Moon River





A veces las cosas salen bien. 

6,70€, por favor.
Puedes llegar a Nueva York en autobús, puedes mojar gominolas en el café, puedes guardar zapatillas de ballet en la nevera.

Es jueves.
Confiesas que a veces harías excepciones, encuentras baldosas sobre la mesa, te regalan un listado de sitios a los que ya nunca te llevarán.

Sólo 43,24 kilómetros.
Has permitido que te lleven al huerto, que elijan tu vino y planifiquen tus vacaciones y, pese a todo, jurarías que por primera vez en mucho tiempo estás tomando la vida en tus manos.

Exactamente a las 22.17 h:
 
"Según las normas, si el motivo 208 y el motivo 216 suceden a la vez, sumas una vida extra."

A veces las cosas salen bien