Nite, nite...
No voy a ahorrar.
No voy a estudiar al día.
No voy a irme pronto a dormir.
No voy a empezar la operación bikini.
No voy a procurar beber más agua.
No voy a escribir regularmente este blog.
La imagen original llega desde aquí, vía Pinterest.
En 2013 me he propuesto no tener propósitos de Año Nuevo.
Aterricé en 2012 desorientada, expectante y sin un gramo de fuerza, pero dispuesta a dejarme sorprender, y la actitud obró el milagro: página a página, minuto a minuto, aprendí a a disfrutar el caos y la incertidumbre.
Después de 365 días con los ojos bien abiertos, conseguí llegar hasta aquí completa y vibrante, con la retina rebosando momentos y la sonrisa entre elástica y culpable.
El año pasado necesité estrenar calendario para tomar impulso y firmar un pacto conmigo misma que me hiciera sentir responsable de las páginas que iba escribiendo, y funcionó, pero esta vez he decidido no proponerme llegar mucho más lejos; no quiero pecar de ambiciosa fijándome objetivos que sé de antemano que no voy a cumplir.
Las líneas que he ido dibujando aún son sólo bocetos y no quiero dejar de trabajar en este proyecto.
Y yo como mejor trabajo es a mi ritmo y en pijama.
Quiero disfrutar de cada día tal y como me lo pida el cuerpo -hoy enérgica, hoy pas du tout- como el que se queda remolón entre las sábanas.
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Quiero sentirme cómoda conmigo misma, por dentro y por fuera, sin exigirme estar perfecta para andar por mi casa cuando la perfección es algodón y un moño despeinado.
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Quiero noches sin dormir, una camisa blanca de la talla 4, y caminar descalza para buscar en la nevera zumo de naranja y champagne.
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Quiero los días entre kleenex, llorando al teléfono abrazada a un horrible pijama de felpa con conejitos. Porque aprendemos más de nuestras lágrimas que en cualquier máster de Liderazgo y Habilidades Directivas.
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Quiero noches de verano en braguitas y con una camiseta que puede contar aún más historias que yo. Escribir nuevos capítulos con sus lunares y las marcas de mi bikini a pie de página.
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Quiero ponerme una sudadera, un pantalón de franela y olvidarme de las lentillas. Pelearme con apuntes y manuales ahora que lo disfruto como nunca, porque estudio por placer.
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Quiero un lunes cualquiera con satén, encaje y puntillas. Hacer cosas absurdas como beber vino en ropa interior, bailar por el pasillo y poner morritos al espejo. Porque sí. Porque me apetece. Porque la vida gana con frivolidades como esa.
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