No sé si recuerdas aquel cuento sobre una moto que -una vez arrancaba- no dejaba de ganar velocidad, porque estaba hecha para arrancarme sonrisas culpables.
Sólo quiero recordarte que sigo disfrutando del viento en la cara y que si te abrazo y me sujeto muy fuerte no es por miedo a caerme, si no por el simple placer de sentirte muy cerca.
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