Yellow

Carla llevaba un tiempo algo decaída: de pronto se habían acabado los besos, la velocidad y el champagne y ya no sabía de dónde sacar sonrisas culpables.

Paseaba mucho, brillaba poco y se sentía perdida en el mundo: era un sentimiento nuevo, extraño y difícil de definir...
Se veía a sí misma como un niño pequeño al que acabaran de tirarle al suelo su construcción de Lego; las piezas habían saltado por los aires y ahora su tarea consistía en recuperarlas para  -poco a poco- volver a poner cada una en su lugar. El problema estaba en que no sabía por dónde empezar...

Un amigo le dio un buen consejo: Hasta que estés lo suficientemente tranquila y serena como para volver a construir, busca lugares, sitios y personas que te hagan sentir bien, que te recuerden quién eres. Ponte cómoda, disfruta y volverás a tener ganas de jugar con tus piezas de Lego.

Una tarde entró en una librería -porque un lugar repleto de historias sólo puede ser un buen lugar- y se dedicó a pasear la mirada por las portadas, a respirar el olor del papel y la tinta, a escuchar retazos de conversaciones de otros clientes, a acariciar las distintas texturas del papel, a saborear las sinopsis de las contraportadas.

Compró un par de ejemplares y salió del local con un germen de sonrisa apuntando en la comisura de los labios.

Instintivamente pensó en Mia, en cuánto la echaba de menos y en las ganas que tenía de contarle todas estas cosas con un café bien calentito y un bombón de praliné.

1 comentario:

  1. Mia echa de menos salir corriendo de la biblioteca para tomar un café con Carla...

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