Carla era purpurina, cristal de Bohemia, micuit, tinta al agua, agenda de piel, Rouge Noir.
Mia estaba hecha de Nocilla, flequillo rebelde, Edding 1200, bailarinas, letra grande, melodías pop.
Eran tantas las
cosas que las separaban que, al mirarlas, uno siempre llegaba a la conclusión
de que debía existir algún vínculo mágico que se encargaba de mantenerlas unidas…
Quizá también fuera ese lazo el que -pese a que la distancia jugaba con ellas
de un tiempo a esta parte- se las arreglaba para que la agenda setting de sus
vidas coincidiera bastante a menudo en sus trending topics.
Mia jugueteaba
con el cable de su i-Pod y observaba distraída su taza de café: - El otro día llegué a una conclusión
importante: Quizá la vida se encierre detrás de puertas cerradas con la llave
puesta, pero siempre tendremos ventanas por las que escapar para atraparla…-
Carla, que estaba
claramente triste y tenía los ojos rojos, le respondió en un susurro: - El peligro de abrir una ventana es lo que
pueda entrar por ella mientras tú intentas salir. Hace un par de semanas abrí mi
dormitorio porque el aire estaba cargado y hacía mucho tiempo que no me asomaba
a ver qué había fuera. Salí a desayunar convencida de que la corriente de
primeros de diciembre era justo lo que mi cuarto necesitaba y, cuando volví, ya
nada estaba en su sitio: un tornado enorme giraba en medio de mi habitación, lanzaba
los muebles contra las paredes, me ponía el pelo en la cara y me hacía perder
el equilibrio. Creo que nunca he pasado tanto miedo. El viento se llevó mis
papeles y ahora tengo que estudiar sin esquemas…-
Permanecieron en
silencio.
Mia de pronto
dijo: - No sé, Carla, a mí me siguen gustando
las ventanas… Me gustan mucho de hecho.-
Carla observó a
Mia con atención. Después de unos minutos sacó un espejito de su bolso, se
maquilló los ojos y respondió: -Tienes
razón. Pensándolo mejor, mi habitación es mucho más divertida desde que la
desordenó el viento… Es verdad que ahora nunca sé dónde encontrar mis cosas,
pero tiene su gracia organizar rastreos y gymkanas para localizar un calcetín.-
-El viento también me gusta. -Mia contestaba
llevando el ritmo de la música con los dedos sobre la mesa: tap tap-tap taaap
taaap tap- Tiene un efecto curioso: las
velas se apagan en los sitios con corriente, pero un viento fuerte consigue que
las hogueras se hagan más grandes…-
Entonces ocurrió
algo que hacía tiempo que no sucedía: Carla regaló a Mia una enorme sonrisa
culpable y con un gesto entre cómplice y travieso lanzó un reto al aire: -¡Te echo una carrera hasta la pastelería! ¡Necesitamos
una tarta gigante para celebrar nuestro no-cumpleaños soplando montones de
velas y pidiendo deseos!-
Y, una vez, más se rieron a carcajadas como niñas que eran y salieron a la calle dejando olvidados los abrigos junto a las tazas de café.
Y, una vez, más se rieron a carcajadas como niñas que eran y salieron a la calle dejando olvidados los abrigos junto a las tazas de café.
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